Donde el territorio huye de las pendientes escarpadas, donde el mar bate sin descanso y los vientos soplan con furia, se asientan las Salinas de Fuencaliente. Decenas de blancas montañas de sal van creciendo rodeadas de agua de mar que el sol se encarga de mermar, evaporándola hasta encontrar los cristales de sal. Esta industria no contamina ni precisa maquinaria, constituye una cadena ecológica de interés protegidas por la UNESCO.